CARTAS DE PAPA

Antes de terminar esta extensa carta quiero que tu Hijo comprendas el dolor que quiero evitarte si tu comienzas a servir a Dios ahora.
El pecado es la madre de todo pesar, y ningún tipo de pecado parece ocasionar al hombre tanta miseria y dolor como los pecados de su juventud. Los tontos comportamientos que tuvo; el tiempo que malgastó; los errores que cometió; las malas compañías que mantuvo; el daño que se hizo a sí mismo, tanto a su cuerpo como a su alma; las oportunidades de felicidad que desechó; todas estas son cosas que a menudo amargan la conciencia de un hombre viejo, arrojan melancolía y tristeza sobre el anochecer de sus días, y llenan las últimas horas de su vida de autoreproche y vergüenza.
Algunos hombres podrían contarte de su prematura pérdida de salud producto de pecados de su juventud. La enfermedad atormenta sus miembros con dolor, y la vida es casi un fastidio. Su fuerza muscular está tan gastada que un saltamontes resulta ser una carga. Sus ojos se han oscurecido prematuramente y su fuerza natural se ha reducido. El sol de su salud se ha acostado siendo aún de día, y gime al ver su carne y su cuerpo consumidos. Créeme, esta es una copa amarga de tomar.

Otros podrían darte tristes recuentos de las consecuencias de la ociosidad. Desperdiciaron la dorada oportunidad de aprender. No obtuvieron sabiduría en el tiempo en que sus mentes estaban más aptas para recibirla y sus memorias más preparadas para retenerla. Y ahora es demasiado tarde. No tienen tiempo libre para sentarse y aprender. No tienen ya más el mismo poder, aún si tuvieran el tiempo libre. El tiempo perdido nunca puede ser redimido. Esta también es una amarga copa que tomar.

Otros podrían contarte de graves errores en sus juicios, por los cuales sufrieron a todo lo largo de sus vidas. Ellos vivieron a su manera. No recibieron consejo; hicieron las cosas a su manera. Hicieron algunas amistades que fueron la ruina de su felicidad. Escogieron una profesión para la cual eran totalmente ineptos. Y ellos ven todo esto ahora. Pero sus ojos se han abierto justamente cuando el error ya no puede ser corregido. ¡Oh, ésta es también otra amarga copa que tomar!

Querido Hijo,, yo quisiera que realmente conocieras el alivio que da una conciencia no cargada con una larga lista de pecados de la juventud. Estas son heridas que penetran hasta lo más profundo. Estas son las flechas que se beben el espíritu de un hombre. Este es el hierro que penetra en el alma. Ten misericordia de tí mismo. Busca al Señor temprano y serás librado de muchas lágrimas amargas.

Esta es la verdad que Job parece haber percibido. El dice: "¿Por qué escribes contra mí amarguras, y me haces cargo de los pecados de mi juventud?" (Job 13:26). Así también su amigo Zofar, hablando de los malvados, dice: "Sus huesos están llenos de su juventud, más con él en el polvo yacerán" (Job 20:11).
David también parece haberlo sentido. El le dice al Señor: "De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes" (Salmo 25:7).
Beza, el gran reformador suizo, lo sintió tan fuertemente que declaró en su testamento, como una misericordia especial, el hecho de haber sido llamado del mundo, por la gracia de Dios, a la edad de dieciséis.

Ahora ve y pregúntale a creyentes, y te aseguro que muchos te responderán lo mismo. "¡Oh, que pudiera vivir de nuevo los días de mi juventud!", es lo que más probablemente dirían. "¡Oh, si hubiera comenzado mi vida de una mejor manera!" "¡Oh, si no hubiera echado un fundamento tan fuerte de malos hábitos en la primavera de mi vida!"

Hijo mio, quiero evitarte todo este dolor, si puedo. El infierno mismo es conocido en verdad cuando ya es demasiado tarde. Sé sabio a tiempo. Lo que la juventud siembra, eso debe la vejez cosechar. No des la época más preciosa de tu vida a aquello que no te confortará en tus últimos días. Mas bien siembra para tí mismo en justicia: ara tu terreno no cultivado; no siembres entre espinos.

El pecado puede que se deslice ligeramente de tu mano, o corra suavemente fuera de tu lengua en estos momentos, pero ten por seguro que el pecado y tú se encontrarán de nuevo a la larga, no importa lo poco que te guste esta idea. Las viejas heridas con frecuencia dolerán mucho tiempo después de haber sido sanadas, y sólo queda una cicatriz; así puede que ocurra con tus pecados. Huellas de animales han sido encontradas en la superficie de rocas que una vez fueron arena mojada, miles de años después que el animal que las hizo había perecido; así también puede que sea con tus pecados.

"La experiencia", dice un proverbio, "mantiene una escuela costosa, pero los tontos no aprenderán en ninguna otra." Yo quiero que tú escapes de la miseria de aprender en esa escuela. Yo quiero evitarte la miseria que los pecados de la juventud acarrean con certeza. Esta es la última razón por la cual te exhorto.

Tu padre que te ama